miércoles, marzo 16, 2005

Santiago, 464 años


"A l'aurore, armés d'une ardente patience, nous entrerons aux splendides Villes" - Rimbaud

"El amor existe, el amor libera, el amor cura. Santiago se ha de enamorar. Santiago necesita amar" - Petra

Hace algún tiempo escribí algo sobre esta ciudad. Hace poco, el 12 de febrero, estuvo de cumpleaños. Cumplió 464 años.

Y yo nací en Santiago. Crecí. Estudié. Me enamoré. Mis hijos nacieron aquí. Viajé, pero siempre volví.

Vivo en Santiago. Esta bizarra ciudad que se ahoga, pero te deja vivir bien, si la dejas.

¿Cómo es Santiago? Una ciudad ancha y apretada, amada y odiada, hermosa y terrible, vital y aburrida, loca y plana. Aunque esa es su lógica. La lógica del caos urbano.

¿Quiénes somos los santiaguinos? No sé. Y no sé si hay algo que nos une o identifica. Un hiphopero de La Legua es casi idéntico a uno argelino insertado en los bajos fondos de París. Será la globalización digo yo. Y está a mil años luz de un santiaguino de La Dehesa o un jornalero en Maipú. La pobladora, la cuica, la reprimida, la desatada, la que pasa a mi lado apurada, viven y sufren Santiago. ¿Qué las une? ¿Qué las separa? Niñas de colegio de falda, abuelas que barren veredas, mis amigas, tú, y tantos y tantas que vi alguna vez, en el metro, en un semáforo, en la fila del banco, y que nunca más veré. Algunas que besé, ¿donde estarán? Las que amé, las que olvidé. Las que me duelen.

Santiago tiene calles que vieron besos inocentes, robados en algún suspiro. Esquinas cómplices de amores encubiertos. Noches peligrosas, que profanan verdades y ahogan gritos. Las mismas noches que cuidan el amor amante de dos que creen que es el cielo. Plazas, vitrinas, avenidas que nunca han visto el mar. Y Santiago, enamorado de ese mar, lo huele de lejos, en su ardiente paciencia quiere sentir su furia húmeda, y en las noches largas trata de alcanzarlo, y crece, desparramado, sin orden, sin lógica, locamente, como todo enamorado. Desde mi mundo, lo sueño y lo escribo.

Santiago está vivo. Y yo, que vivo aquí, dejo que me abrace, ancho y grande, como amigo.